Entradas

  Sigfrido y el dragón Avanzaba con la mirada concentrada, recorriendo el largo pasillo que conducía desde la cámara mortuoria. El eco de las pisadas retumbaba una y otra vez contra las paredes de generosas dimensiones que sostenían el elevado techo de forma abovedada. Tragaluces ubicados de manera regular en lo alto, garantizaban la iluminación natural del trayecto. Había terminado la inspección matutina que permitía corroborar el avance de la construcción de la cripta donde descansarían los restos del agonizante monarca. Lo observado hacía suponer que, a pesar de los sucesivos contratiempos, todo estaría culminado dentro de lo previsto. Las órdenes impartidas, el aumento en la frecuencia de las visitas de control, los guardias instalados a muy corta distancia de los sucesos y con la promesa de repartir una generosa provisión de garrotazos en caso de incumplimiento, parecían estar surtiendo efecto. Ingenieros, capataces y obreros redoblaron el interés y esfuerzo en la ejecución de la
El dragón dorado Los dragones existieron desde siempre y su territorio natural es el aire. Es cierto que algunos prefieren la tierra y otros las profundidades pero para todos, disponer de un espacio sin límites para desplazarse es sinónimo de libertad y por lo tanto, de sentirse vivos. Son de variados colores aunque los plateados y dorados se destacan sobre el resto. Percibir su presencia y llegar a verlos depende de las cualidades humanas: el coraje, combinado con el sacrificio, puede facilitar la interacción con los rojos, la nobleza y la caridad con los plateados y …. con los dorados.  El joven portaestandarte prácticamente sumergió su rostro en las turbias y rojizas aguas y comenzó a beberla a grandes sorbos. Solo cuando la sed casi infernal que lo abrazaba comenzó a mitigar, se contuvo y ya erguido, contempló el panorama que lo rodeaba. Soldados enemigos ubicados a pocos metros, se encontraban en la misma situación. Volvió sus ojos hacia el líquido vital, introdujo sus manos y co
El espíritu de la montaña Esa mañana se paseaba particularmente inquieto. No paraba de ir y venir, recorriendo la alta cumbre congelada, con la visión casi detenida en lo que ocurría en uno de los valles que conforman la base de la imponente mole natural. Habían comenzado las obras que darían origen al primero de los múltiples túneles que, progresivamente, irían conectando las sucesivas depresiones y con ello, a cada una de las poblaciones allí asentadas. La nueva ruta reduciría de manera notable los tiempos y riesgos provocados por el uso de los vetustos caminos tradicionales que permiten la interconexión entre los vecinos…  No se trata de un ser de gigantescas proporciones, como su título permite suponerlo, ni tampoco diminuto y según ello, dotado de mal caracter.   Es más bien apacible y gustoso de la contemplación. No obstante, cuando observa que algo pueda o directamente afecte, el delicado equilibrio del ambiente y en especial, el de sus preciadas alturas, puede ofuscarse y lleg
Avalancha I   Con las provisiones suficientes como para tres días y las misivas en sus correspondientes alforjas, lleva horas marchando por el terreno congelado. Ha dejado atrás la bestia que lo transportaba y si todo transcurre según lo esperable, alcanzará el destino con las últimas luces del día venidero. Desde hace un tiempo se decidió que cubrir este trayecto solo con el esfuerzo personal, es lo más adecuado. Las condiciones del suelo en esta época del año, sumadas a la geografía del lugar, convierten a los animales de carga en un inconveniente más que en una ventaja. Entre los riesgos menos deseados y que se potencian por la soledad aparecen los traumatismos invalidantes, ocasionados básicamente por caídas y los esguinces o torceduras. A lo largo del tiempo y como ejemplos de tal peligrosidad, se encuentran los decesos casi consecutivos de dos emisarios. Los ataques ocasionados por humanos o animales salvajes en este lugar, aunque no imposible, son bastante remotos.  Va calzado
Quiero tu alma Aroldo El diablejo, surgido de lo más profundo del averno, tenía una sola obsesión y desde hacía unos días, Aroldo, padecía sus consecuencias. Empujones, tropiezos, la sensación de uñas o dientes clavados y seguido, una serie de tironeos, no hacían más que complicar su existencia. Ocurrían en cualquier circunstancia y en algunos casos, la intensidad era tal, que terminaba adoptando posturas ridículas y hasta incluso, caídas. En un par de ocasiones, fue consultado por terceros sobre su estado de salud. El diablejo quería, a toda costa, apoderarse del alma de Aroldo.  Estos siniestros personajes se encargan de llevar a cabo la recolección de espíritus. Se les asigna el candidato y a partir de entonces, deben esperar hasta el momento del deceso para realizar la tarea. En este caso, parece tratarse de alguien bastante atropellado y de estar empecinado en querer cumplir con el encargo, antes de lo previsto. Las consecuencias para la víctima de tal inoportuna decisión están a
  El chatarrero Padres - Tormenta José se encontraba viviendo uno de esos momentos poco frecuentes en lo laboral. Los pedidos de material se habían detenido por completo desde hacía un tiempo y contaba con lo suficiente como satisfacer la demanda de souvenires. Aprovechando el parate, había realizado el mantenimiento habitual del compañero de aventuras, acondicionado un par de herramientas y concluido con una mínima refacción habitacional. Fue justamente, cuando se encontraba acomodando trastos en las nuevas comodidades, que sintió el primer aguijonazo. El deseo de visitar a sus padres había eclosionado en su interior.  Tres días más tarde, se encontraba a bordo del autobús que lo conduciría finalmente, al reencuentro con un vecindario del cual faltaba desde hacía buen tiempo. La imagen de la casa paterna lo conmovió sin dudas y los abrazos y besos con sus seres queridos, lo sacudieron hasta lo más profundo. Fueron tres semanas donde primaron las charlas interminables. Recuerdos, triv
Desorientado Definitivamente había perdido el rumbo. Impulsado por el ego, inició el tránsito de un supuesto camino alternativo que le permitiría acortar tiempo y distancia, pero al final, ni lo uno ni lo otro. Intentó desandar el recorrido, pero las características del suelo, que impedían observar con claridad las marcas del calzado, el cielo plomizo por momentos y la altura de la vegetación, que no colaboraban con la orientación solar, no le permitieron lograr el objetivo. Las señales determinantes que le marcaron haber perdido el sentido fueron la ausencia de referencias reconocibles y la progresiva densidad del bosque bajo, que entorpecía a más no poder, el avance. Se detuvo, comprobó la falta de señal telefónica y maldijo por lo bajo el no haber cargado con el viejo y noble GPS.  Lejos aún de dejarse arrastrar por el pánico, se decidió por establecerse en el lugar. Habían transcurrido largas hora de caminata por un terreno donde el porcentaje de suelo plano era miserable y el can