¿Animales?
El búho, aún somnoliento, asomó la cabeza por el hueco del tronco que daba acceso a su nido. Sonidos de todo tipo eran emitidos por los diversos animales que se habían reunido en el claro, ubicado debajo. No todos eran silvestres. Algunos provenían de la granja cercana cuyo dueño era bastante descuidado y por ende, las alambradas circundantes y los corrales eran muy fáciles de vulnerar. Aunque cada grupo emitía su dialéctica característica, todos lograban entenderse. Es conveniente aclarar que ciertos temas tratados en estos encuentros, elevaban la efervescencia de tal manera, que la comunicación podía tornarse confusa e incluso, inentendible. Para evitar que esas circunstancias dieran paso a insultos y retiradas, producto del enojo, se hacía necesaria la acción de un moderador y era allí donde intervenía nuestro protagonista del comienzo. A diferencia de otros de su especie, caracterizados en general como seres sabiondos y hoscos, éste era reflexivo y gustoso del roce social.
Las reuniones, que actualmente se producían con cierta regularidad y generosa participación, tuvieron un punto de partida totalmente opuesto. En sus inicios, fueron dos o algunos animales más que coincidiendo en un punto del bosque totalmente al azar, comenzaban a dialogar sobre temas diversos. A medida que el número y la variedad de individuos se fue incrementando, las dificultades propias de un montón desordenado no tardaron en aparecer. Cuando algo que resultaba novedoso parecía irse al retrete, la fortuita intervención de un bienintencionado mediador, permitió no solo que la idea perdure y sino que además, prospere. Más y más integrantes se fueron sumando y la temática incluso, pudo extenderse hacia cuestiones que se saben ríspidas.
“Hace unos días me acerqué hasta las tierras alcanzadas por el último incendio. Entre los restos, han comenzado con la implantación de renovales, aunque la mayor parte son de especies foráneas.” comentó una ardilla con desasosiego. “¡Si!”, aseveró un águila de reciente incorporación al mitin. “Peor que eso es el loteo que se está ejecutando en el sector arrasado y cercano a las últimas urbanizaciones. El bosque pierde y pierde terreno sin cesar.” siguió expresando el ave, a modo de queja. “Sin dudas, muy preocupante. Y no sé qué pensar de las excursiones de los humanos al bosque. Si caminan y toman fotos, vaya y pase. Lo desagradable es la basura que tiran y la sustracción de vegetales jóvenes.”, comentó un ciervo, mientras miraba con recelo en todas direcciones. “A eso, hay que sumar las mascotas que dejan adrede o se terminan extraviando. Más de una ha terminado en la granja, con hambre y un gran susto.” dijo una gallina, mientras se terminaba de acomodar en el lomo de uno de los dos caballos presentes.
El búho, ya más despierto, observaba desde lo alto como todo se desarrollaba de una manera armoniosa. “Las lluvias siguen siendo escasas y el bosque en general lo sufre. El otro día me crucé con un par de duendes, a punto de irse de manos, mientras se disputaban la propiedad de unas raquíticas bayas.”, expresó una lagartija mientras se frotaba contra una piedra, intentando desprenderse de los últimos jirones de piel muerta. “Incluso, el caudal del río está visiblemente disminuido,” siguió. “Además de la menor cantidad de lluvia, el reducido volumen está afectado por llenado de la presa, ubicada aguas arriba,” completó el águila. “¿Ya comenzó el llenado? Impresionante la velocidad con la que se construyó. Me parece oír todavía las explosiones y el ruido lejano de la maquinaria mientras se levantaba,” señaló uno de los caballos, que al realizar un movimiento un tanto brusco, casi terminó con la gallina echada sobre su lomo, de bruces contra el suelo. “Igual, nunca entendí muy bien para qué se construye. En una oportunidad, mientras tiraba del carro, pasé bastante cerca y pude ver que se trataba de un inmenso paredón.”, remató el animal. “No hace tanto, le escuché comentar al granjero, mientras conversaba con un vecino, que su puesta en marcha traerá grandes beneficios como una mayor disponibilidad de electricidad y agua para el riego. A nosotros, no creo que todo eso nos sirva de mucho,” aseveró un cerdo, mientras movía la cabeza en uno y otro sentido, intentando localizar el escondrijo de la trufa que olfateaba en las cercanías.
Uno de los caballos, a la par que movía su orejas hacia delante y atrás, asintió suavemente. Seguido y tras levantar la vista hacia el cielo, consideró que era tiempo de retorno, para no levantar sospechas de las andanzas. Saludó y comenzó la vuelta con suavidad, buscando no pisar a ninguno de los diminutos asistentes. Momentos después, era seguido de igual manera, por el resto de la pandilla perteneciente a la granja. La reunión se fue disolviendo poco a poco y los últimos en partir, se desearon buena suerte entre sí. Esperaban volverse a ver en el próximo encuentro.
Concluido el momento, esta vez desapasionado y sin necesidad alguna de intervención, el búho, se trasladó a la rama inmediata a su nido. Con la noche en su apogeo, dilató al máximo las pupilas y comenzó con el acecho, en busca del necesario bocado. Una vez satisfecha la demanda, lanzó su canto intermitente que durante un buen tiempo, pudo oírse de manera inconfundible en lo profundo del bosque.
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