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Voces

→ Detrás de las piedras o troncos, están en permanente acecho de la infortunada víctima. Cuando la eficacia del ataque está garantizada, se lanzan sin piedad. Logrado el cometido, el desgraciado, producto de un pánico creciente, pierde todo control y puede lanzarse a una loca carrera, paralizarse y romper en un llanto profundo o lo peor, concluir con su existencia. ← 

→ Su origen se desconoce por completo. Un día aparecieron y permanecen. El grupo de voces presenta registros y entonaciones disímiles. La agresión puede ser orquestada por una o todas a la vez y se decide una vez dentro y de acuerdo con la personalidad del sometido. La tortura se puede percibir como un delicado e inquisidor susurro o continuar escalando, producto de innumerables combinaciones lingüísticas y concluir en lamentaciones o alaridos de pesadilla. No obstante, existen casos donde el ataque se frustra rápidamente producto de la baja culpabilidad o miedos, presentes en la presa. Para ésta, todo se reduce a un aumento temporal en el ruido mental y sin mayores consecuencias. ← 

→ El individuo avanza con evidentes signos de turbación. La mirada, por momentos hacia ningún lado, palabras desordenadas que parecen escaparse de su boca y un par de tropezones contra objetos fácilmente evitables, lo delatan. Las voces, contemplando el panorama, comienzan a disfrutar a cuenta de lo que suponen, un esfuerzo breve y un final trágico. Apenas se produce un alcance seguro y con la ansiedad en su punto más alto, se abalanzan de manera atolondrada sobre sujeto. Breves instantes después, emergen y buscan refugio, despavoridas. A su reparo, se mantienen en silencio durante un buen tiempo. El caníbal, imperturbable en su caos psíquico, continúa con su torpe traslado. Pero termina apurando la marcha. Siente hambre. ← 

→ El joven, de facciones distendidas, se mueve con pasos ágiles. La agresión no se hace esperar. Instantes después se detiene y con una suave sonrisa, busca la sombra del árbol más cercano y se instala. Espalda recta, piernas cruzadas y brazos apoyados en ellas, pueden observarse en su postura. Cierra los ojos y comienza a ralentizar lentamente el ritmo respiratorio. Momentos después y ya de pie, retoma el desplazamiento inicial. El reniegue de las voces, ya en su escondrijo, pone de manifiesto toda la frustración y enojo por la total pérdida de tiempo. ← 

→ Han intentado en ocasiones someter animales, pero lo desalentador del resultado ha conducido al abandono de la práctica. En general, los especímenes de menor porte quedan estáticos hasta que las voces, hartas de todo tipo de intento se retiran y el personaje, liberado de la molestia, continúa con lo suyo. Con los de mayor tamaño, la cosa cambia de manera radical. De hecho, no se sabe quién terminó más asustado, si la víctima o los victimarios. El caballo, espantado, se lanzó a todo galope y al decidir abandonarlo, se encontraron tan distantes de su ubicación habitual que desorientadas, no tuvieron otra alternativa que cambiar de sitio. Esto último fue clave para el cese de dichos acometidos. ← 

→ Con características tan dispares, la convivencia entre las voces nunca ha resultado fácil. Compartir el mismo objetivo es lo que sostiene la permanencia. Al grupo actual lo conforman solo algunos integrantes del primario. Las discusiones son moneda corriente. La llegada de una nueva, con intenciones de unirse, no será recibida con simpatía. Experimentará múltiples interpelaciones y si consigue una aprobación inicial, la definitiva solo será posible, seguido de múltiples pruebas. La salida, en cambio, carece de requerimientos y hasta es celebrada, en más de un caso. ← 

→ Conjeturando, pueden ser las voces de muertos verdaderamente tóxicos, que decidieron huir de sus cuerpos o de sus víctimas, que claman por venganza, o las voces de la inconsciencia de aquellos que, como el joven del relato, logran acallarlas y están hartas del silencio o…  ← 

                                    → ¿Sabe alguien, en realidad, qué pueden ser? ← 

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