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El chatarrero - Socios

¿Cuál es el estereotipo de un chatarrero? ¿Qué características lo definen? Las respuestas pueden ser, todas o ninguna. La primera corresponde a que han existido y existen personajes con atributos tan disímiles que no hay criterio válido para encasillarlos y la segunda, encierra un pequeño error pues el grupo tiene un hábito en común; son seres solitarios. Aunque en general guardan entre sí buenas relaciones, lo cierto es que a la hora de llevar adelante sus tareas prefieren la individualidad. No son afectos a lo social y menos, si es algo multitudinario.

Fue Gregorio, también conocido como Goyo, el que se acercó con la propuesta. Se encontraba consultando documentación en la habitación reservada para tal fin por el bibliotecario, cuando se topó con el material cuyas copias traía consigo. Comparado con el oficialmente desclasificado, este último ofrecía prácticamente nada. Algunas hojas tan solo disponían del encabezado y el pie de página con la numeración correspondiente y el resto, totalmente en blanco, producto de la edición digital. Esto solo puede significar que la información contenida sigue vigente, a pesar del paso del tiempo.

Goyo había recibido una propuesta de trabajo sobre la cual, aún, no había dado una respuesta. Provenía de un laboratorio cuya pujanza estuvo garantizada por la simbiosis que alcanzó con el ejército, desde que estalló el Gran Conflicto. Todo comenzó con la venta de vacunas y medicación para el tratamiento de infecciones específicas y de allí en adelante, se dedicó a satisfacer las solicitudes más exquisitas. La inversión en investigación y desarrollo y el soborno han conformado las claves para el éxito. Armas biológicas a partir de gérmenes modificados y sus correspondientes preventivos y tratamientos, gases neurotóxicos de última generación, anabólicos con reducidos efectos indeseados, sustancias que aceleran los interrogatorios y que garantizan la calidad de la información obtenida, herramientas para la identificación personal basadas en información genética y demás genialidades por el estilo, son algunos ejemplos. Pero ese matrimonio tan fructífero ha llegado a su fin y como es de esperarse, los pases de generosas facturas arrecian en ambos sentidos. El laboratorio pretende obtener unas muestras primitivas para demostrar desde cuanto interactúa con la fuerza y utilizarlo como evidencia del multimillonario reclamo que lleva adelante.

Pepe escuchó toda la perorata del colega chatarrero y consultó acerca de sus intenciones. Gregorio proponía una conformar una sociedad para realizar la inusual encomienda, apoyado en la mejor calidad de cierto equipamiento propiedad de José. Repartirían el jugoso salario en mitades iguales. El consultado demostró interés, pero señaló la necesidad de incorporar a otros dos personajes. En primer lugar, habría que consultar a Carlos, Charly para los amigos, capaz de manipular material nuclear o biológico con tecnología propia. Y también al loco Iván, un experimentado ex combatiente, llamado así por su conducta casi irracional en ciertos escenarios de guerra. Sería un seguro, por si la cosa se complicaba. La situación no le generaba ninguna confianza. Hechos los contactos y después de algunas idas y venidas, la sociedad de cuatro integrantes quedó conformada.

El laboratorio aceptó el cómo se llevaría adelante la tarea y envió las coordenadas exactas para localizar las muestras y la documentación acompañante. Técnicos y un grupo de personal de seguridad fuertemente armado también serían de la partida. Las premoniciones de José comenzaban a cumplirse.

La travesía, el arribo y las excavaciones se produjeron sin novedades. Iván se mantuvo visible hasta la formación del campamento. De ahí en adelante, se retiró quién sabe a dónde y solo hacía apariciones esporádicas desde diferentes direcciones, durante el almuerzo o la mediatarde. Jamás de noche.

Las muestras fueron halladas tal cual estaba previsto y con la mayoría en buen estado. Técnicamente, no había peligro alguno debido al paso del tiempo. Las sobrevivientes, ubicadas en tubos de metal sellado, fueron retiradas y almacenadas con todas las medidas de seguridad. Dado el nivel de intereses que estaba en juego, la traición era esperable y así fue. Una elevada intensidad de fuego, acompañada de un par de explosiones, puso en marcha el ataque. Una de ellas provocó el vuelo por los aires de un transporte y la restante, impactó en inmediaciones del engendro mecánico de José. El nivel de insultos y maldiciones de este último hacia los agresores, ubicados en las alturas, hizo ruborizar a un par de nóveles técnicos.

Probablemente se trataba de contratistas, otrora militares provistos de un excelente entrenamiento y armas de última generación. Para asegurar el éxito de la tarea, la complementaban con el uso de artillería liviana.

Un par de detonaciones, seguidas de un disparo y un estruendo mayor, avisaban que Iván se había puesto en acción. El estallido de cargas previamente enterradas y la voladura de municiones por un certero disparo, confirmaban el suceso. Ubicado de espaldas al sol, nuevas ejecuciones cobraron nuevas víctimas. El grupo defensivo ubicado en el campamento, pareció salir de la sorpresa e inició también el contraataque.

Después de un prolongado intercambio de fuego, el silencio se adueñó del presente. La revisión del personal contabilizó dos individuos muertos y dos con heridas menores, todos pertenecientes a la comitiva que procedía del laboratorio. En cuanto al equipamiento, dos vehículos inutilizados y otros dos, con averías reparables.

El loco se hizo presente, realizó una rápida revisión y describió los hechos. Si bien había provocado daños no menores, los atacantes todavía disponían de un número de activos importante, las municiones se encontraban en menos de la mitad y con la llegada de la noche, realizarían el asalto final, imposible de contener.

El desaliento era evidente. Después de unos momentos, Iván consultó a uno de los técnicos acerca de la viabilidad de las muestras. Este comentó que su actividad era aún muy probable y agregó, que se trataba de las cepas originales de una enfermedad respiratoria muy virulenta y casi siempre fatal.

Iván comprobó la dirección del viento y extrajo de su mochila un pequeño dron. Solicitó uno de los cilindros donde se almacenaba el agente y lo sujetó con firmeza al artilugio. Realizó un par de pruebas y comprobó que era capaz de elevarse. Consultados los presentes sobre quién era capaz manejarlo, José se ofreció al instante. Seguía retirando la arena que había ingresado al engendro cuando la explosión y su cara de odio, lo decía todo.

Con la oscuridad instalada, el artefacto comenzó a ganar altura. Cuando llegó a la requerida, un certero disparo del ex combatiente, destruyó al dron y su carga. El viento se encargó del resto. La noche transcurrió en la más absoluta serenidad.

A la mañana siguiente, Iván, los chatarreros, técnicos y algunos personajes de seguridad alcanzaron las alturas. El cuadro ofrecido era espeluznante. No había sobrevivientes. Alguien comentó en voz alta que para esa cepa, las vacunas actuales carecen de efecto y guardó silencio. Rostros de incredulidad y pesadumbre acompañaron el descenso.

Con la misión concluida, los cuatro socios se saludaron entre sí y partieron. Lo hacían con el claro objetivo de volver a sus respectivas soledades. 

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