El chatarrero - 2.0
El sueño largamente acariciado parece que finalmente empezará a corporizarse. José lo piensa y sonríe, mientras recorre por enésima vez con su mano, la hoja con la imagen del boceto artesanalmente trazado. El engendro mecánico que durante tanto tiempo lo ha trasladado de aquí para allá, será reemplazado otro, producido desde cero. Es verdad que el actual cachivache dista bastante del modelo inicial. Sucesivas mejoras se le fueron sumando con el tiempo, pero el propio diseño presenta limitaciones imposibles de superar. Y así surgió la necesidad de algo renovado, distinto. Y también es verdad que gran parte de las novedades que presentará el nuevo modelo, provendrán de la colección de aprendizajes obtenidos con el anterior.
Los inicios de la esperada realidad se remontan al retorno de una excursión. Ese sector del desierto había sufrido una violente sacudida temporal que terminó dejando expuesta una escena de combate poco frecuente, pero codiciada. Un enorme cementerio de material rodante involucrado en una contienda, emergía del arenal. José fijó su posición, aceleró el viaje y en pocos días se encontraba de vuelta, buscando entre los restos, todo aquello que sirviera para el armado del anhelado transporte. La oferta resultó ser muy generosa con la provisión de piezas estructurales y mecánicas. Pudo, además, hacerse de elementos no permitidos producto de la ausencia de todo control. En destino, publicó el hallazgo. Esto le permitía hacerse de un porcentaje de las ganancias, si un tercero se interesaba en la extracción y venta del metal. A las pocas horas, un personaje de aspecto levemente ratonil se hizo presente con una propuesta lo suficientemente conveniente para ser aceptada. En la operación estarán presentes veedores militares, encargados de impedir que munición funcional y los medios para usarla, lleguen a manos indebidas. Los recursos económicos para la construcción del “Depecero”, como sería bautizado una vez puesto en marcha, estarían asegurados al final de la tarea.
El armado del engendro avanza a un ritmo lógico para ese tipo de empresas. Ensamblar componentes de origen variado y que muchas veces no presentan siquiera, las medidas requeridas, exigen ser hábil en el manejo de herramientas y estar dotado de una buena paciencia. Para el chatarrero, cada obstáculo superado es un logro en sí mismo. Sabe bien lo que busca obtener y para ello, dedica cada segundo del tiempo libre. Entre las innovaciones figura el equipamiento con dos motores y la sincronización de ambos, representa todo un reto.
Existe un sector del desierto al cual los recolectores prefieren esquivar. Se ubica de manera equidistante de tres asentamientos vecinos y esto, que constituye una bendición en caso de necesidad, se transforma en una maldición cuando se habla de malvivientes. Hace tiempo no se registran episodios violentos, pero hubo momentos donde se producían de manera reiterada. Aventurarse en solitario por allí no es aconsejable. Si la empresa lo justifica, es conveniente resignar parte de las ganancias asociándose con un colega o contratando personal de seguridad.
Pepe recibió la noticia en plena faena, cortando hierros. Jacinto, quizás el chatarrero más veterano y buena onda de todos, había sido encontrado vivo de milagro. Otro recolector, próximo al agredido y con quién estaba en permanente contacto, dejó de tener noticias de la nada. Sospechando, se dirigió a su encuentro y casi lo peor se había hecho realidad. Era evidente un ataque a traición que lo terminó dejando inconsciente y con heridas múltiples. Todo para arrebatarle sus pertenencias y hallazgos. Trasladado de urgencia, se debatía entre la vida y la muerte en un hospital cercano. Una mezcla de profundo dolor y odio era compartida entre quienes conformaban el grupo afín de chatarreros.
El Depecero inició las primeras pruebas y los resultados obtenidos conformaban. Quedaba mucho por corregir y, por ende, la calificación de confiable se encontraba distante. Jacinto, al final, sobrevivió, pero le aguardaba una convalecencia prolongada.
Los ataques a los chatarreros comenzaron a preocupar. Ocurrían con marcada insistencia y sin distingo del origen de la víctima. Según el relato de un par de sobrevivientes, se trataba de un grupo de cuatro o cinco individuos que se desplazaban en un vehículo acondicionado. Como medida de auxilio, se acordó mantener una activa comunicación entre quienes estaban realizando sus labores a distancias razonables. La experiencia de lo transcurrido con Jacinto había servido de ejemplo.
El momento tan dulcemente esperado, ha llegado. Después de variadas soluciones mecánicas y recorridos de corto alcance, el Depecero está listo para su debut en una salida real. La ansiedad inicial, un tanto elevada, da paso a una gran satisfacción motivada por el reconfortante comportamiento de la unidad. Pepe canta a viva voz mientras avanza a una velocidad impensable para su predecesor. El traslado de piezas de mayor tamaño o peso y un tránsito con mayor holgura en lugares complicados se agregan a las ventajas. La robustez de la mecánica presente lo garantizan.
Los alaridos que emergen de la radio, solicitando ayuda, invaden la cabina. Se trata de Goyo, que está siendo perseguido por el grupo de delincuentes. Pepe le solicita el envío de su ubicación, que ingresa en su pantalla de manera casi instantánea. No se encuentra lejos. Realiza un viraje y se dirige al encuentro de la desesperada carrera de su amigo. Se detiene en las alturas y oprime un par de botones. Un par de tapas se elevan al unísono. La externa cubre la boca de un profundo cilindro y la interna, una pantalla que se activa inmediatamente. Pepe visualiza a los vehículos en cuestión y comienza a digitar a gran velocidad en el reluciente cristal. Instantes después, un corto bip es acompañado por el humo y la sacudida que provoca, la salida del proyectil anticarros, que emerge del cilindro.
Los maleantes y su transporte son alcanzados de lleno por la pesada munición y pasan a formar parte de los escombros que se desperdigan por el lugar. Retirando la vista de la escena, el chatarrero oprime nuevamente el par de botones inicial y las tapas comienzan su recorrido descendente.
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