Ir al contenido principal


Zoológico - Don Nadie

Las jaulas se encuentran equidistantes y acondicionadas para cada uno de sus ocupantes. Los hay de toda clase, desde sanguinarios e impulsivos hasta pacíficos o arrogantes. La mayoría permanece encerrados desde hace cientos de años y hasta pareciera que han olvidado el cómo morirse. La dieta y su comportamiento asociado, oscila entre los que aceptan prácticamente de todo y no paran de alimentarse a los que sostienen un ayuno indefinido y obviamente, no se mueven.

De los que circulan entre las prisiones, casi nadie les presta atención, ni siquiera cuando emiten gritos, aullidos, relinchos o prolongados siseos. Solo recibe consideración aquel que regresa temporalmente a la etapa humana y clama por explicaciones. Las respuestas, siempre directas y acompañadas de imágenes reveladoras, producen variopintas reacciones. Están los que estallan en llantos desgarradores, los que permanecen en silencio producto del impacto, los que rompen en improperios y amenazas y los que caen en risotadas frenéticas y que parecen no tener fin. En general, la consecuencia final es terminar transformándose, sin vuelta atrás, en el monstruo con el que conviven.

Las condiciones ambientales necesarias para asegurar la supervivencia de los enjaulados abarcan espacios en penumbras y con cierta humedad, ambientes secos y a temperaturas sofocante e incluso, la inmersión permanente de la jaula en profundos piletones. Atraparlos, mantenerlos vivos con la menor cantidad de lesiones posible y su posterior traslado, constituye la fracción más delicada de toda la tarea. La resistencia a ser capturado no falta. Ciertos especímenes, al verse acorralados y sin posibilidad de escape, cometen suicidio o se lanzan a sabiendas, a un ataque desesperado y fatal. Jamás formarán parte de la exhibición.

Las tareas de seguridad y mantenimiento son realizadas por personajes casi tan sombríos como los proscritos. Se mueven de aquí para allá, en silencio, llevando adelante lo suyo de manera eficaz. Las interacciones personales son casi nulas, aún en espacios y momentos compartidos. Llegan y se retiran mediante transportes de la empresa y el recorrido es tan tortuoso que resulta imposible determinar la ubicación exacta de las instalaciones. La geolocalización no acompaña en este caso. Consultados por su trabajo o condiciones, responden de manera imprecisa, con evasivas. La única precisión que suelen terminar revelando es el sobrenombre de zoológico con el que se identifica al sitio. La mayoría ha heredado el puesto de su antecesor. Muchos enjaulados han visto transcurrir delante suyo, a los sucesivos protagonistas de varias líneas genealógicas.

El cautiverio es considerado como el único tormento al que están sometido sus víctimas. Las necesidades y urgencias que siempre emergen, se encuentran cubiertas. Las medidas de seguridad, en permanente revisión, no logran evitar ocasionales fugas. El factor humano es imponderable y termina siendo el causante de todos los casos. Las andanzas del liberado terminan siendo el origen de terribles noticias y fuente de la más variada inspiración.  

Vampiros, minotauros, unicornios, medusas y demás monstruos, personajes mitológicos o imaginarios, han llegado hasta nuestros días en tales condiciones. El precio pagado de manera involuntaria es brutal y la intención de la causa genera dudas ¿Tener la supervivencia garantizada en un cautiverio infinito puede ser aceptable? ¿Quién determina que sí y hace todo para sostenerlo?

Los que allí trabajan no juzgan ni condenan lo primero. El salario llega en tiempo y forma y todo lo pactado se respeta. Nadie exige más y cumple con lo establecido, pero, ¿no termina siendo ésta, una forma anestesiada de transcurrir la propia existencia? ¿No se es también prisionero, aunque del otro lado de los barrotes?

En relación a lo segundo, quién es el dueño o al menos, el responsable, todos lo ignoran. Don Nadie es un apodo que también permanece e identifica a este eterno omnipresente y a la vez, perpetuo ausente. 

  

Comentarios

Entradas populares de este blog

El duende - X Notro es un duende gigantón y en quién la fortaleza y la amabilidad también alcanzan proporciones portentosas. Es hijo de padres de contextura promedio y sin embargo, siendo apenas un chiquillo, se empezó a notar que sus dimensiones no se correspondían con la de sus compañeros. Al alcanzar la juventud, tenía la contextura definitiva. Es un coloso en relación al resto. No obstante, la pizca de inocencia que lo acompaña, permitió que fuera aceptado por todos sin resquemores. Como es de esperar, es convocado en toda actividad que requiere de un esfuerzo superior. La contraparte a dicho esfuerzo deben ser las muy generosas porciones de alimentos a ofrecerle como devolución de la gentileza.  La parsimonia matinal fue violentamente interrumpida por el agudo chillido y momentos después, por un colorido abanico de insultos. Varios locales, entre ellos Notro, se apresuraron en llegar al origen de la extraña situación. En el lugar encontraron a un duende que seguía insultando a vi
El chatarrero - Tesoro José terminó aceptando un encargo totalmente inusual, movido por la caída de las ventas de los sourvenirs con los que cuenta y los pedidos particulares. El museo capitalino, en plena reestructuración, se encuentra organizando un ala destinada a la primera guerra, liberada en gran parte en el desierto. Los vestigios se encuentran disgregados en los límites más alejados del arenal y obviamente, presentan el mayor nivel de deterioro. Cada pieza en buen estado cuenta y cuesta.  Pepe se desempeñará básicamente como guía y consejero durante la experiencia que está financiada por una fundación bastante anónima. El objetivo es hacerse con piezas destinadas a la exposición. Nunca se ha visto embarcado en algo de tan generosas dimensiones por la cantidad de gente y equipamiento que involucra. Tendrá una duración de casi dos meses y se llevará a cabo durante el tiempo que, en promedio, se sufren menos los azotes de las tormentas características. La fecha para el inicio se
El pequeño cementerio "Dedicado a mi amada madre, que supo despertar en mí, la pasión por la lectura.” Ocupa un predio insignificante en las afueras del poblado. Está conformado por un grupo muy reducido de antiguas sepulturas y su mantenimiento es nulo. Invadido desde hace tiempo por la vegetación, ingresar y transitarlo es muy dificultoso. Se suma, además, la presencia de basura diversa, arrastrada por el viento y jamás removida. Los límites originales están desdibujados y ha quedado semioculto tras diversos árboles y arbustos silvestres. Identificar a los difuntos solo es posible en las inscripciones que han soportado con éxito el paso del tiempo. Están talladas en las cruces, presentes en los sepulcros. El desuso del camposanto no tiene una explicación definitiva. Rápidamente fue reemplazado por el actual, ubicado en el sector opuesto de la ciudad. Esto determinó sus reducidas dimensiones y la pronta caída en el olvido, Me encuentro instalado en el poblado desde hace casi u