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El chatarrero - El francotirador

El trasto avanza emitiendo variados chirridos. Si se le presta algo de atención, pareciera que hasta tienen una cierta cadencia. La corrosión y el óxido avisan de una exposición prolongada a condiciones ambientales poco favorables. Se trata de una unidad autónoma conocida con el sobrenombre de francotirador: Aparecieron durante el Gran Conflicto y se hicieron muy populares por su increíble eficacia. Son programables y una vez que han recibido la orden de a quién atacar, el sujeto puede darse por muerto. El apodo apareció por la capacidad de efectuar disparos de precisión, a largas distancias. Están equipados con un sistema de lentes de extraordinaria calidad, cámaras y municiones diversas. Así, pueden realizar sus mortíferos ataques en cualquier condición de terreno y climática. Este ejemplar estuvo sepultado durante más de cincuenta años y fue liberado por la última tormenta que azotó ese sector del gran desierto.

 El coronel retirado casi ha agotado todos los recursos dialécticos para intentar convencer a José, uno de los chatarreros de mayor prestigio, para que se haga con el artilugio. Pepe no ha parado de expresar su negativa a cada intento del viejo insoportable. Esta zona del desierto no es muy querida por los recolectores. Si bien los restos son muy abundantes, pertenecen a la gesta más reciente y todavía es posible encontrar objetos o explosivos funcionales y trampas de todo tipo. Un ejemplo es el artefacto en cuestión. El coronel es un obsesivo de los mismos. Según él, su padre participó en el diseño y construcción. Afirma tener en su poder, los primeros bocetos y planos. Pasada la tempestad, un satélite militar de gran sensibilidad detectó la actividad y un subalterno, conocedor de la pasión del retirado militar, le informó del caso. Desde entonces, ha movido cielo y tierra para hacerse con él, pero todo ha concluido en un rotundo fracaso.

 El coronel ofrece como último recurso, pagar una pequeña fortuna, muy por encima del precio que usualmente se podría solicitar. Pepe, casi tentado pero consciente de los riesgos y como una forma de sacárselo de encima, le propone lo siguiente. Va intentar conseguir información confiable sobre el dispositivo y sobre ella, dará su veredicto. Pide un plazo de cuatro días, ni uno menos. El viejo, conforme con lo escuchado, se manda a mudar, señalando que esperará con ansias esa respuesta, que no duda, será afirmativa. José sospecha que está frente a un fanático senil y con dinero.

 Como no quiere correr riesgos innecesarios con planos y datos falsificados, se dirige directamente a la tienda de Fermín, conocido como el bibliotecario, entre quienes requieren de su colección oculta de información sobre material bélico original. Aunque llame la atención, el francotirador es tecnología superada pero lo relacionado con su diseño aún no es público. Cómo Fermín consigue lo que consigue, es mejor no saberlo. La existencia de datos circulantes a menor costo, está en boca de todos, pero no ha sido el primer chatarrero que ha perdido la vida, por confiar en algo más económico, pero de dudosa verosimilitud. Pagando una nada desdeñable suma de dinero, se hace de lo requerido, incluidos los códigos de programación. Después de un estudio a conciencia, encuentra la forma de anular al artilugio. Es muy probable que porte municiones y no quiere terminar sus días en manos del vetusto pero letal cachivache. Acepta finalmente la propuesta, requiere el pago del adelanto del cincuenta por ciento, solicita al cliente toda la información que disponga sobre la última localización de la unidad y acondiciona un carro para su traslado, una vez conseguido.

 El cambio climático ha tornado a las tormentas más impredecibles que nunca y el radar meteorológico es tan indispensable como el agua. Dos camaradas fueron sorprendidos oportunamente por una aparición inesperada y un cambio en la dirección no previsto y solo la vasta experiencia de ambos, les permitió contar el cuento. 

 La exposición de restos variados en tamaño y procedencia, indican el arribo a destino. Teniendo en cuenta la información satelital, José encontró el lugar de avistamiento y observando el rastro dejado, pudo comprobar que el aparato describe una trayectoria repetitiva. Tarde o temprano, volverá a pasar por el lugar y comenzó a montar la trampa para detenerlo. Se trata de un conjunto de imanes que, activados al unísono, generan un campo magnético lo suficientemente intenso como para desprogramar al autómata: Ya enterrados en la línea de movimiento, se dedicó a esperarlo. A la mañana siguiente se hizo presente y todo funcionó según lo planeado. Una vez detenido y de acuerdo a los planos, removió un par de paneles y comprobó lo que temía. Portaba una suficiente cantidad y variedad de municiones y se las veía funcionales. Con los códigos apropiados, lo encendió en un modo básico que le permitía la propia movilidad y lo hizo ascender al transporte. Pesaba más de lo previsto y esto se transformaba en un lastre adicional, nada conveniente para la movilidad en un suelo de poca consistencia en su mayor parte. Cumplida una de las mayores insistencias de quién lo contrató, es decir, la de ser notificado apenas tuviera novedades, dio inicio al retorno.

Polvo volando a cierta distancia puso en evidencia que estaban tras sus pasos. Binoculares en manos, comprobó que se trataba de Benjamín, conocido como el petiso tramposo, en el ambiente de los recolectores. Éste decía ser un chatarrero más, pero eso no ocultaba lo que en realidad era, un ladrón violento consumado.

José sabía que el enano, acompañado por dos secuaces, no tendría inconvenientes en trabarse en una lucha, que además lo favorecía. Intentar poner distancia con el encargue a cuestas, era imposible. Tomó la urgente decisión de desprenderse de él. Mientras liberaba el carro, una corazonada se hizo presente y comenzó a programar al francotirador antes de abandonarlo. Un par de impactos cercanos le indicaron que debía ponerse en marcha lo antes posible.

La noticia de la muerte de un anciano militar y un recolector a manos de un objeto recuperado, no causó demasiado revuelo en el ambiente. No era la primera vez que manipulando una pieza extraída de las arenas, alguien sufría una lesión o incluso como ahora, perdía la vida.

Pepe llegó a la conclusión que nuevamente solo recibiría la mitad de la paga. De ahora en más, empezaría a exigir el setenta y cinco por ciento del precio acordado de manera anticipada, cuando los pedidos impliquen, la posibilidad de una traición.. 

 

 

 

 

 

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