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El pastor - parte 3

La necesidad de tomar la decisión de cómo proceder se aceleró intempestivamente. En la aldea vecina, un casi desvanecido rastro de sangre ocasionado por el traslado de una presa obtenida en el bosque, provocó prácticamente una tragedia. El forastero comentó que estaría a salvo si lograba trasladarse a la ciudadela del señor del territorio vecino. Gozaba de una gran amistad con su hijo mayor, también combatiente. La única forma que encontraron para intentar llegar a salvo, era realizar el movimiento de animales destinados a la venta en el mercado local. Se trataba de una jugada muy arriesgada por lo anticipado del evento en el tiempo. Por otra parte, disimular como pastor al ocultado no sería una tarea fácil debido a su estatura, bastante más elevada que el promedio y su condición física todavía no era buena. La sensación que no quedaba más tiempo se impuso y se decidió la partida inmediata. Si empleaban un camino conocido por los pastores, pero en desuso para el viajero común, llegarían con las últimas horas de sol. Hacia el mediodía siguiente, un ruidoso grupo de animales custodiados por tres personas, realizaban un alto para reponer energías y alimentarse, en un angosto y escarpado sendero.

 El muro protector de las construcciones comenzó a divisarse y nunca en mejor momento. Una fina columna de polvo en el horizonte no hacía presagiar algo bueno. El arribo se produjo casi en simultáneo entre la majada y el grupo de jinetes. El falso pastor se quitó las prendas que lo ocultaban, se identificó a viva voz y rápidamente fue rodeado por dos grupos de soldados que se desplazaban por el mercado. Seguido, fue trasladado hacia la construcción de mayor tamaño. Al promediar la mañana del día siguiente, una formación de guerreros fuertemente armados, partía en dirección a las tierras a reconquistar. La encabezaban dos jinetes de gran estatura y magníficos atuendos. Recuperar el control no fue un obstáculo. La soldadesca, acostumbrada al abuso hacia quienes no tienen como defenderse, nada pudo hacer frente a luchadores experimentados. Los usurpadores fueron destinados a los calabozos más profundos por el resto de sus días. Ejecutarlos habría sido un pobre escarmiento, si se pretendía que sirviera de modelo, para un posible nuevo intento de disputa del poder.

 Mientras los cuidadores y animales se desplazan hacia el mercado, las tropas al servicio del actual regente llegaron a la villa y comenzaron a hostigar con preguntas y finalmente, a interrogar acompañado con tortura, sobre el paradero del jinete desaparecido. La excusa era un nivel de ignorancia general tan homogéneo entre los parroquianos, que resultaba sospechoso. Finalmente, alguien confesó. Mientras el grueso de los maltratadores partía raudamente, buscando dar alcance a los pastores, una minoría quedó a cargo de la custodia de los agredidos. Fue una situación más de menosprecio, al considerarlos incapaces de una reacción.

 Instantes después de la partida del grupo de caza, quienes permanecieron en la aldea fueron rodeados y recibieron una feroz golpiza. Terminada, se produjo la diáspora de los locales hacia el bosque circundante. Cuando el caserío fue alcanzado por los guerreros que marchaban a la recuperación, los agresores, ahora agredidos, suplicaron por sus vidas de manera miserable

 La paz y la justicia volvió a instalarse en las tierras. Actualmente, la aldea tiene a su cargo el cuidado del grueso del ganado lanar del señor. Como un reconocimiento a sus servicios y fidelidad, disfrutan de un generoso porcentaje de las ganancias cuando llega el momento de la comercialización.

 El joven pastor se ha descubierto tranquilo y disfrutando de las pequeñas cosas, mientras realiza su diaria tarea.

 

  

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