El pastor - parte 1
El joven pastor no se sentía cómodo con su realidad. A diferencia de otros que la aceptaban con resignación o por conformidad, él no entendía sobretodo, lo último. Como permitir sin mayores inconvenientes, tener siempre para comer lo justo y necesario y muchas veces, ni siquiera eso; el frío, las mojaduras y el barro solo porque al señor no le interesaba en absoluto la dignidad y menos, el bienestar de sus súbditos. En más de una ocasión, campesinos habían sido atropellados durante las carreras descontroladas y por diversión entre los gentiles. En otras, jóvenes mozas fueron sometidas y golpeadas como si eso fuera una parte más, de una juerga febril y desvergonzada. Los impuestos eran incrementados de manera arbitraria, sin importar el rendimiento de las cosechas o la cantidad de crías que se habían obtenido. Todo esto rondaba una y otra vez por su cabeza, durante las largas horas que tomaba el desplazamiento y cuidado de los animales a cargo. Conversar sobre ello debía hacerse con cuidado, eligiendo muy bien el otro interlocutor. No faltaría quien, en pos de un mísero mendrugo como recompensa de los mandamases, lo terminara señalando como un ferviente agitador.
Esa mañana ocurrió algo que captó la atención del cuidador. Su cabeza seguía tan revolucionada como siempre, debido a los últimos acontecimientos que se habían producido. Una aldea vecina había sido brutalmente desalojada por la soldadesca que obedecía a las órdenes del señor local. La excusa era que los terrenos donde se ubicaba, y que habían sido acondicionados por los ocupantes, iban a ser utilizados para la construcción de instalaciones que actuarían como albergues, durante las excursiones de caza a los inmensos bosques lindantes. Mientras intentaba procesar de alguna manera lo ocurrido, descubrió que su odio a la nobleza se había vuelto visceral. Volviendo al comienzo, era evidente que se trataba de una persecución. Un jinete lanzado a todo galope, se salió del camino e ingresó a la foresta. Momentos después, un grupo persecutorio hacía lo propio. La distancia a la que transcurrió el suceso y la concentración que llevaban los protagonistas, jugó a favor de la seguridad del observador.
Con las últimas horas del día, el pastor y su majada iniciaron el retorno. Parte del recorrido se hacía por los límites boscosos. Un sonido poco habitual, similar a un lamento humano puso en alerta al joven. Dejando al resguardo de los perros al grupo de animales, se dirigió con cautela hacia donde consideraba que se había producido el mismo. Después de un par de vueltas y casi desistiendo de la búsqueda, terminó encontrando a un adulto semiinconsciente provisto de ropaje de alta alcurnia. La mano que cubría uno de sus costados presentaba manchas de sangre. Balbuceos incoherentes y débiles quejidos eran emitidos por quien, seguramente, era el perseguido un tiempo antes. El pastor miró a su alrededor buscando compañía y después de descartarla, pensó en extraer el cuchillo y rematarlo. Allí descubrió que pensar en cometer un asesinato era una cosa, pero ejecutarlo era algo muy distinto. Intentar trasladarlo por si solo era algo descabellado. La aldea no estaba distante y si se apuraba, podía llegar hasta allí, asegurar las ovejas y volver con ayuda, antes que la oscuridad se hiciera absoluta. Y así lo hizo.
En el lugar y considerando que se trataba de una situación complicada pues individuos con gran poder estaban involucrados, se decidió trasladar al herido hasta un carro, ubicado sobre el sendero, donde sus huellas se confundirían con otras. Se depositó el cuerpo sobre un vellocino que luego fue quemado, por estar impregnado con sangre. En el villorio, y a la luz de las velas, se confirmó una herida profunda con una hemorragia activa y un cuadro febril intenso. Nadie en el lugar estaba en condiciones de tratar con alguna probabilidad de éxito algo así. Había que llevarlo de inmediato donde la curandera. Mientras uno partió para dar aviso a la mujer, otros movilizaban con cuidado al desconocido.
En la propiedad de la sanadora, se acordó establecer un pacto de silencio por la propia seguridad de los involucrados y se intentaría averiguar sin demasiado revuelo, el porqué de lo acontecido…
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