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Espectro

¿Tienen conciencia los espectros? ¿Fueron siempre así o tuvieron en algún momento una vida terrenal? ¿Puede morir algo que ya se supone muerto o simplemente desaparece? Estos y otros conflictos se han intentado responder a través de la gran cantidad y variedad de historias donde aparecen involucrados. Ésta es una más.

Por qué un espectro debe aterrorizar no está claramente definido. Lo mismo ocurre con la gravedad del susto y en qué momento impartir uno leve o uno fatal. Disimulado completamente, a la sombra de la gran pared, el espectro permanece inmóvil. Termina de dar un gran susto a la pareja, que, al cobijo de la misma oscuridad, buscaba intimar. No tuvieron manera de advertir la presencia de la entidad ubicada a muy corta distancia de donde querían instalarse. Al momento de comenzar a despojarse de las prendas, un frío glaciar terminó abrazándolos mientras un susurro incongruente, acompañado de breves jadeos, resonaba en sus oídos. El espanto se adueñó de ambos, y semidesnudos, partieron a toda prisa. Uno de ellos, enredado con su propia indumentaria, cayó de manera aparatosa. Realizó un intento de pedido de ayuda y al no obtener respuesta, se enderezó como pudo y continuó con su maniatada carrera. En otra ocasión, un motociclista y su estruendoso aparato se desplazaba a gran velocidad en altas horas de la noche. La visión emergió de repente en la línea de trayectoria vehicular. La brusca maniobra para intentar evitar una colisión terminó en una caída, seguida de una cabriolada por los aires de la motocicleta y el impacto final de pleno sobre el conductor, que seguía avanzando en un movimiento desordenado por el suelo. El deceso fue instantáneo.

 Por qué aparecen en un determinado lugar y no se desplazan hacia otros, tampoco tiene una explicación lógica. El radio de acción, que puede variar según los aparecidos, termina siendo bastante definido para cada uno y es muy difícil, por no decir imposible, que sea compartido por dos o más en simultáneo. Construcciones abandonadas o parcialmente habitadas, cementerios, parques o locaciones con baja iluminación, ofrecen la mayor la posibilidad de cruzarse con uno. Éste, en particular, se mueve en un trayecto que comprende casi todo lo citado y se suman terrazas, que están en tinieblas la mayor parte del tiempo. La actividad se reduce paulatinamente con la llegada del sol, pero no se detiene. Queda circunscrita a escondrijos, básicamente. 

 Aunque no todo espectro los tiene por blanco, el ahora considerado, gusta de torturar a las mascotas. Éstas presentan una sensibilidad mayor que los humanos para detectar su presencia y de eso se vale, para que pasen un mal rato. El perro de pequeñas dimensiones era habitualmente ruidoso, pero en ese instante, el nivel de bochinche generado alcanzaba una intensidad poco común. Su dueña salió con ánimos de retarlo. El patio se encontraba escasamente iluminado y el animal ladraba de manera desaforada a lo que parecía, la misma oscuridad. La mujer empezó con su cantinela de quejas y amenazas, pero el animal no cesaba en su arrebato. Cuando se acercó para hacerse con él, de la negrura emergieron un par de ojos desproporcionadamente grandes, a escasa distancia del diminuto chillón. Mujer y mascota pegaron un generoso alarido y se retiraron a la carrera hacia el interior de la vivienda. Lograron superar casi en simultáneo la crisis de nervios, varios días después del inusitado suceso. El gato ya tenía sus años y había alcanzado generosas dimensiones. Era muy tranquilo y regalón en sus hábitos. Gustaba instalarse durante horas en el balcón y echado, se dedicaba a observar el panorama. Una noche ocurrió lo extraño, delatado por sonidos nada frecuentes. Al salir su dueño al encuentro, encontró el animal suspendido a pocos centímetros del suelo y ejecutando una verdadera muestra de contorsiones, acompañadas de mordiscos y arañazos a la nada misma. Momentos después, pareció zafar de algo e ingresó a toda velocidad al hogar, golpeando contra varios objetos en el transcurso. La descontrolada huida concluyó con su humanidad debajo de un mueble. Ante la imposibilidad de poder retirarlo de allí debido a su permanente enojo, el propietario consultó a un profesional. Después de observar el cuadro, el veterinario aconsejó dejarlo tranquilo. Era evidente que se encontraba muy sobresaltado producto de un susto de proporciones. Él, solo, saldría de allí, al relajarse. Y así ocurrió, tres días después. Seguido, bebió una gran cantidad de agua y durmió un día casi completo, de un tirón.

 ¿Experimentan algún tipo de emoción? ¿Son conscientes de su existencia? ¿A qué le temen? Más y más interrogantes surgen cuando se intenta comprenderlos.

 Pareciera que tanto desconocimiento termina siendo la fuente de su propia presencia, plasmada, por ejemplo, en este relato.

  

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