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El duende - IV

El nuevo contingente llegó y sin dar ningún tipo de explicaciones, buscó por su cuenta el lugar que consideraba más adecuado para establecerse y se asentó allí naturalmente. Dejó de lado el redundante ritual de solicitar el permiso para instalarse y esperar su consabida contestación positiva al final, previo al absurdo debate. Es que los duendes enanos son los más mal arriados dentro de la especie y éstos, particularmente, pelean por la cúspide del reniegue social.  Tomillo había tenido una sola oportunidad en su vida de cruzarse con dos de ellos y la experiencia no había sido para nada grata. A un duende rezongón no le gusta encontrarse con la horma de su zapato. Es sabido que estos personajes no gozan, en promedio, de una gran estatura, lo cual es una ventaja para el ocultamiento. Pero los recién arribados son especialmente bajos. La estatura promedio de un adulto en esta variante, equivale a la de un crío en sus primeros años de vida en otras razas, de ahí su mote.

 Obviamente se desataron las consabidas pataletas, aunque un par de razones de peso de los residentes motivó el desplazamiento en unos metros de los nóveles instalados. La vida social se tuvo que reorganizar nuevamente, de manera especial en lo que a distribución de roles se refiere. Los recién llegados mostraron sus resistencias, pero todo pasó a segundo plano cuando se corrió la voz que un pequeño había desaparecido. Pertenecía a una joven familia de los nóveles arribados. Sin mediar excusas, se organizó la búsqueda. Estaba comenzando a oscurecer y todas las actividades fueron dejadas de lado. Tomillo, Centeno y Poleo encabezaron sendos grupos de rastrillaje y cada uno partió hacia destinos prefijados. Después de mucho nerviosismo y esfuerzo, el duendecillo fue hallado debajo de un helecho, aterrado y con principios de hipotermia. Dos días más tarde desarrolló una crisis febril y respiratoria y quedó a los cuidados de Carqueja, quién lo devolvió repuesto breve tiempo después.

 El incremento de integrantes de la colonia desencadenó la mayor interacción y diversos agrupamientos hicieron su aparición. Los variados artesanos comenzaron a reunirse entre sí, al igual que los agricultores y las hilanderas. Algunos, con habilidades variadas, boyaban de aquí para allá. La machi, poseedora de conocimientos y técnicas únicas, constituyó una congregación unipersonal. Esto le daba excelentes excusas para criticar a diestra y siniestra a las restantes, bastante más nutridas.

 Resultó ser que los recién instalados eran finos observadores y prolíficos inventores. Una tarde, en la que Carqueja se encontraba trabajando en una nueva fragancia destinada a combatir la pestilencia de los asquerosos de siempre, alguien llamó a la puerta. Al asomarse, se encontró con un joven enano de mirada profunda que se presentó como tío del pequeño al que ella tratara, después de su extravío. Carqueja comentó que lo recordaba. Acto seguido, el visitante lanzó un comentario sobre una combinación de nuevas esencias que mejoraban las propiedades febrífugas de la infusión que ella había empleado con su sobrino. Después de escuchar lo anterior y venciendo la primera respuesta instintiva de atacar a escobazos al insolente, la machi se dignó a prestar atención a la sugerencia y se encontró con una respuesta para nada fuera de lugar. Lo invitó a pasar y se produjeron dos hechos insólitos. El joven permaneció conversando durante casi dos horas con la curandera y al final, pudo manipular por sí mismo los materiales de trabajo de Carqueja, algo totalmente prohibido para el resto. Después de un breve tiempo, la colonia pasó a contar con dos sanadores y el agrupamiento respectivo incorporó otro integrante.

 Una tarde, un recolector se llevó un buen susto cuando de repente, el tronco de un coihue parecía hablarle. En realidad, se trataba de un duende petiso provisto de la combinación de un traje y maquillaje propios, que pretendía lograr un acertado camuflaje. El resultado era asombroso. Se probó en un par de oportunidades frente a humanos fisgones y no hubo la mínima sospecha de un duende presente. Como bonus de tal logro, no hubo que consumir más la pócima de ocultamiento que tantos trastornos ocasionaba a la salud, pasado su efecto. Un grupo con vocación minera, generó un gran espacio subterráneo que facilitó el almacenaje de alimentos, herramientas y toda clase de cachivaches. Esto aumentó la holgura en las viviendas, lo que redujo el hacinamiento y aumentó el confort. Otro desarrolló una mejora en la suela de los calzados que permitía una mayor adherencia a las rocas y troncos mojados, producto de la humedad o la lluvia, causantes de buenos porrazos bastante seguido.

 Tomillo, Poleo y Centeno compartían sendas jarras del brebaje habitual. Un cuarto integrante, dedicado al cuidado de la salud, se había sumado a la ronda. Sugirió una modificación a la bebida y fue mirado con recelo. Probablemente, en poco tiempo más, estarán degustándola y dando el veredicto.

 


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