El duende - III
Centeno y Poleo eran mellizos y formaban parte del grupo que se movilizaba entre las distintas colonias, consultando la posibilidad de instalarse en las inmediaciones de una de ellas. Pertenecían a uno de los asentamientos desplazados por el llenado de la represa, en el sector norte del bosque. El lago artificial que se iba generando, estaba ocupando la porción de terreno que ésta y otras colonias de duendes habitaban.
Tener un hermano mellizo entre los duendes es algo muy poco común. La gestación de uno solo puede ser problemática, ni hablar de dos y peor aún el nacimiento, momento de fragilidad casi extrema. El dúo había arribado en solitario al territorio de Tomillo pues el grupo se había ido disgregando a medida que se acercaban a distintas poblaciones. Eran tranquilos y de buena dicción, por lo que iniciaron el diálogo con bastante parsimonia frente a un grupo de desconfiados y para nada parsimoniosos paisanos.
Los recién llegados detallaron los pormenores y dejaron en claro que existía la posibilidad de nuevos solicitantes de espacio para habitar, en los próximos días. Los locales escucharon el relato, nadie realizó ninguna pregunta y se retiraron a deliberar. Habiendo formado una ronda a cierta distancia de los mellizos, el volumen de la discusión era tan alto que se podía escuchar las idas y venidas sin problemas. Por respeto, los hermanos simulaban estar entretenidos observando a laboriosas hormigas hacer su reiterativa tarea. La desconfianza en los duendes es moneda común, más por forma de ser que por una fundada razón. Los deseos de expansión territorial y/o sometimiento de congéneres no es algo presente en ellos. Más bien se basa en una vida circunscrita a grupos cerrados y a la poca interacción con los demás. En medio del revuelo dialéctico, Enebro, quién siempre se consideró la voz cantante de la colonia, intentó dirigir unas palabras a los arribados, pero fue silenciado abruptamente por una sarta de chistidos y tirones del camperón que lo abrigaba. Concluido el cónclave, fue Carqueja quién, expresándose en un tono más bien enojoso, les dio la bienvenida e indicó dónde podía establecerse.
Los hermanos rápidamente incorporaron usos y costumbres locales. Aunque ambos eran hábiles artesanos, Centeno realizaba verdaderos prodigios con la madera y eso atrajo la atención de muchos, incluido Tomillo. Este tuvo que morderse el orgullo y terminar reconociendo la calidad de la tarea. Comenzó incluso a realizar consultas sobre las técnicas empleadas, a lo que Centeno respondía sin medias vueltas y con meridiana claridad. Poleo, en cambio, era un ávido lector y muy buen músico. Ejecutar melodías que improvisaba con la flauta era algo común y más de uno detenía sus quehaceres cuando el sonido impregnaba el ambiente. Tomillo era uno de ellos. Un atardecer invitó a los mellizos con dos jarros de su bebida predilecta recientemente elaborada. Ambos la saborearon y dieron su aprobación con creces por separado. Después de un buen rato de diálogo y varios jarros compartidos, se terminaron ganando la buena relación de Tomillo. Es que se resistía a capa y espada a admitir que había conseguido a un par de amigos.
Tal como estaba anticipado, nuevos individuos se fueron acercando con la intención de instalarse. La consecuencia directa era el mismo ritual de siempre que culminaba con la aceptación sin pretensiones. La vida grupal lentamente comenzó a transmutar. Nuevos estilos para realizar las tareas cotidianas; rituales como acompañar con cánticos la salida del sol o realizar una oración colectiva con sus últimas luces, etc., se hicieron presentes y estos generaba fricciones entre los recién llegados y las mentes más tradicionales. Los descontentos desataban bravuconadas o altanerías que se agotaban en sí mismas. Un inconveniente que sí se agudizó con el mayor número de bocas, era la menor disponibilidad de alimentos. Los duendes son básicamente recolectores pues su supervivencia depende de pasar lo más inadvertidos posible. Solo realizan cultivos a muy pequeña escala en el interior de sus viviendas. Desde hacía dos años, el régimen de lluvias había decaído bastante y el bosque no podía proveer el sustento en las cantidades requeridas. Esto aumentó el riesgo de exposición pues hubo que salir a buscar lo necesario a otros espacios. Y estos personajes, en general, no gustan de experimentar con lo nuevo y menos, con la adrenalina.
A pesar de todos los obstáculos, la vida social prosperó. Nuevos horizontes se estaban vislumbrando y Tomillo y sus amigos conversaban al respecto. Lo hacían jarra en mano y repleta de su bebida favorita.
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