El inmigrante - parte I
Ficción sobre el asentamiento de colonos galeses en territorios de la actual provincia argentina de Chubut.
Había transcurrido casi un año desde el desembarco y el galés, acostumbrado a escuchar sus sentimientos y obedecerles, estaba pronto a partir apenas se diera la oportunidad. Esa tierra reseca, una verdadera mescolanza de guijarros y arena y cubierta de pastos pinchudos, no despertaba en él una mínima pasión que facilitara el arraigo. El agua dulce para el consumo tenía escasa disponibilidad y obtenerla requería de grandes esfuerzos debido a la ausencia cercana de espejos o corrientes de agua. Se debía escarbar profundo y lejos de la costa o realizar verdaderos recorridos para lograrla. Además, el régimen de lluvias era raquítico. A Gareth lo antecedía un verdadero linaje de agricultores y era evidente que tal profesión estaba también enquistada en él. La imagen y el olor de la buena tierra roturada que espera a las semillas para poder cobijarlas, le encendían un entusiasmo que allí era imposible de lograr.
La comunidad comenzaba a organizarse. Cada tanto eran visitados por agentes gubernamentales que registraban los nacimientos, decesos, las uniones maritales, etc. Aunque la ley y el orden eran un tanto autogestivos, regularmente se hacía presente una patrulla policial que dependía de un destacamento de frontera, ubicado a unos veinte kilómetros de distancia. Los prometidos títulos de propiedad de la tierra venían demorados y eso condicionaba los ánimos y favorecía a las disputas por los espacios. El lenguaje era todo un problema pues la mayoría de inmigrantes sabía poco y nada de español y para los locales, el inglés y aún más el galés, eran lenguas perfectamente desconocidas. Señas iban y venían, lo mismo que despatarrados dibujos en papel o en el suelo, en pos de lograr un poco de entendimiento. Se esperaba en los próximos meses, el arribo de un nuevo contingente y la partida de quienes intentarían mejor suerte en otros destinos.
El trato con los pueblos originarios fue clave para garantizar una permanencia fructífera. Estaba basada en una buena relación con quienes así lo querían y con los beligerantes, los extranjeros no mostraban temor al enfrentamiento. Haber recibido conocimientos sobre la fauna local y sus hábitos para poder cazarlos e información sobre las aplicaciones medicinales de la flora autóctona, figuraban entre las mayores ventajas de la cordial interacción para estos últimos. Los cuidados médicos estaban a cargo de mujeres. Éstas poseían conocimientos muchas veces empíricos, pero con sobrada voluntad para aplicarlos al tratamiento de heridas y enfermedades. De las operaciones y curas dentales se encargaba un médico ambulante que se acercaba periódicamente.
Gareth era un fumador ocasional y había descubierto que, en estas tierras todavía desoladas, degustar una pipa cada tanto y contemplando el calmo mar, no solo le brindaba placer, sino que podía remitirlo a su lejana tierra. Allí no tuvo una existencia fácil; eran varios hermanos y junto a sus padres, hacían verdaderos malabares para que no falte lo esencial, tanto en alimentos como vestimenta y calefacción. La pequeña chacra eternamente arrendada estaba siempre al límite de su capacidad productiva. Eran considerados y tratados como ciudadanos de segunda y las posibilidades de un ascenso social eran casi inexistentes. Por eso, cuando escuchó hablar de un lugar donde era posible hacerse de un pedazo de tierra y ser dueño de la producción, no dudó un instante en juntar las muy pocas cosas que poseía y lanzarse a la mar en su búsqueda. Además, y como un último estímulo, vientos de guerra se estaban comenzando a escuchar y eso era presagio de una miseria absoluta y hasta de muerte, en caso de tener que marchar al enfrentamiento. Una vez arribado, se encontró con un destino que distante de lo esperado, tampoco era lo peor.
Debido a su contextura y fuerza física generosa, Gareth era solicitado para las más variadas tareas, desde la recolección de sal hasta ayudar en la excavación de un pozo o la reparación de un carro. Fue el dueño de uno de ellos quién le comentó un próximo viaje al asentamiento conformado por unas pocas familias de compatriotas, ubicado a las orillas de un río. Sabía por referencias que estaban dedicadas a la agricultura y eso avivó el fuego interior. A modo de pago, Gareth ofreció el arreglo realizado y ayudar con las necesidades de la travesía. Momentos después, recibió la noticia de la partida en 15 días.
El día acordado llegó y con las primeras horas, dos carros cargados con las pertenencias de seis de las ocho personas transportadas, iniciaron el viaje. Gareth se despedía de esas playas por un buen tiempo.
Continuará…
una nueve historia comienza, a imaginar nuevos escenarios 💛
ResponderEliminarPretendo que estos textos permitan, de alguna manera, recrear vivencias. Ojalá lo logren. Gracias totales por compartir un comentario 🥰
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