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Li 1 - X

Li se encontraba envuelto en el estruendo de la gran ciudad generado por el sonido de las ruedas de los carros rebotando contra el empedrado, la marea humana yendo y viniendo con mil conversaciones al unísono y demás. Al no tener un rumbo definido, se dejó arrastrar por la turba y terminó en las proximidades de uno de los concurridos negocios de su antigua prometida, aunque él lo ignoraba. Se detuvo a contemplar un puesto de cuchillos finamente elaborados y donde el hábil artesano intentaba por todos los medios venderle uno. Al levantar la vista, se encontró con el rostro risueño de una mujer que lo observaba desde cierta distancia. La imagen completa de esta última podía resumirse en la palabra elegancia.

 El general bajó momentáneamente la mirada, parecía sonrojado y esbozó una leve sonrisa. Pidió disculpas, se alejó del puesto y con un andar no demasiado presuroso se acercó a la mujer. Se atrevió a pronunciar un hola y se dio cuenta que ninguno de los argumentos que de manera atropellada le venían a la mente, le resultaban adecuado para iniciar una conversación por lo que mantuvo un incómodo silencio. Mei que sin dudas disfrutaba de la situación, comenzó con una serie de preguntas triviales y cuando la charla empezaba a ganar en profundidad, lo invitó a que la acompañara hacia uno de sus comercios, donde se dirigía cuando reconoció a Li.

 El local era de generosas dimensiones y ofrecía una vasta variedad de telas, clasificadas por texturas y colores. Orden y limpieza se observaban por doquier. Un grupo de vendedoras atendía con cortesía a la numerosa clientela; la hija de Mei, Su que evidenciaba un notable parecido a su madre, se desplazaba con sutileza por el salón atendiendo consultas, derivando a vendedoras desocupadas y cobrando las ventas realizadas. Entre la puerta de ingreso y el salón se movían dos hombres encargados de evitar la rapiña. Uno de ellos, el que carecía de la mano derecha y mostraba una cicatriz en su rostro, reconoció a Li y cuando comenzaba a realizar el saludo militar, fue interrumpido por un no de la cabeza del general seguido por una leve inclinación de la misma. El ex soldado terminó realizando lo mismo, aunque su inclinación fue más prolongada y profunda, lo que llamó la atención de su compañero de tarea. Silenciosos repositores se movían con discreción desenrollando y enrollando piezas de tela y volviéndolas a su lugar y trayendo otras desde el depósito.

 Li observó el cuadro con interés; le agradeció a Mei el que haya contratado un ex militar combatiente y lisiado, lo cual expresó, les dificultaba por partida doble el poder acceder a un trabajo digno. Ella respondió que lo consideraba una obligación moral y que tenía por costumbre hacerlo, aunque no todas habían sido gratas experiencias. Continuaron su marcha hasta una de las oficinas que se ubicaban en la planta superior y mantuvieron la conversación ahora acompañados de una taza de té. El diálogo fue interrumpido abruptamente por Su quién se ruborizó por el hecho. Pidió disculpas e indicó que había visto a su madre momentáneamente y pensó que se encontraba como siempre en la oficina, sola y revisando documentos. Li intentó presentarse como un viejo conocido de Mei pero ésta le ganó de mano indicándole a su hija que se trataba de su primer amor. Esta vez los sonrojados fueron dos y un tercero que soltó una breve carcajada.

 El general intentó aclarar un poco lo expresado por Mei pero Su, que ya había perdido su modestia, también le ganó de mano expresando que entonces él era el tan nombrado Li, del cual su madre hacía referencia de forma bastante reiterada. El general bajó los ojos y asintió levemente. No recordaba sentirse tan incómodo desde hacía mucho tiempo.

 Su expresó que debía retornar a sus obligaciones, que en realidad no iba por nada importante y se retiró mirando de reojo y con una sonrisa divertida al general, todavía manifiestamente incómodo. Mei expresó también divertida que su hija sin dudas había subido movida por la curiosidad, aunque teatralizó muy bien su ingreso. El general por fin sonrió. Mei le indicó que debía realizar unas tareas y que sería de su agrado poder continuar conversando durante la cena.

 El general se puso de pie y antes de retirarse, agradeció por el té y manifestó que gustosamente aceptaba la invitación.    

 

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