Ir al contenido principal

 

El vikingo

Los aldeanos huían despavoridos ante el ataque inminente de los vikingos. Lo hacían en pequeños grupos que se desperdigaban en todas direcciones, lo cual podía aumentar las chances de sobrevivir. Las irrupciones eran brutales. Los invasores casi no tomaban prisioneros y todo aquello que no podía ser llevado o que a sus ojos carecía de valor, era destruido.

 Uno de los grupos de fugitivos avanzaba en fila. Lo primero que hicieron fue alejarse de la orilla y sumergirse en la espesura del bosque que tan bien conocían. Trataron de no buscar inmediatamente la altura dado que el peso de lo transportado los habría agotado con rapidez. Se movían en silencio y cada tanto, alguno lanzaba fugaces miradas hacia atrás. 

 Los invasores comenzaron a llegar a la región con las últimas lunas llenas. Lo hacían con una o dos embarcaciones en simultáneo y desde un principio todo fue sangre y fuego. Inicialmente atacaron los asentamientos marítimos costeros, pero cuando comenzaron a incursionar en los ríos y a moverse por tierra, nadie estuvo a salvo.

 La cantidad de bárbaros que alcanzó esta aldea no era muy numerosa, seguramente debido a las bajas por enfermedades y al creciente número de heridos y muertos pues ciertas resistencias comenzaban a organizarse. Esto llevó a que los atacantes realizaran las persecuciones a los que conseguían emprender la huida con pocos integrantes y a veces incluso, con un solo individuo; 

 El vikingo era joven, sano, bien alimentado y se movía con destreza. Estaba convencido además que alcanzaría rápidamente a un conjunto aterrorizado de aldeanos que, como otras veces, llorarían sin ofrecer ningún tipo de resistencia y pedirían clemencia en un idioma que no entendía. Y para facilitar aún más las cosas, el rastro que dejaban era muy visible.

El grupo en fuga se detuvo momentáneamente y tras un rápido intercambio de palabras, se dirigieron hacia el lugar misterioso del bosque. Este último era un claro que apareció de golpe en la espesura y que la vegetación no pudo volver a ocupar jamás. No ofrecía nada inusual pero cada tanto podían oírse sonidos extraños y en algunas noches se observaban destellos. Todo eso provocaba que fuera evitado por quienes lo conocían.

 El vikingo detuvo su marcha. Evidentemente sus futuras víctimas habían cambiado la estrategia pues casi les había perdido el rastro. Contuvo momentáneamente su respiración buscando oír hasta el más leve sonido delator, pero fue en vano. Extrajo su espada, la clavó en el suelo y apoyando su oreja en la hoja percibió vibraciones poco comunes, diferentes a la que producen pisadas o carreras. Desenterró el arma, avanzó un trecho y repitió la operación en distintos lugares hasta que pude definir la dirección de la que provenían, teniendo en cuenta su intensidad.

 Llegó finalmente al claro. Se detuvo un momento antes de ingresar y recorrió el lugar con la mirada, buscando encontrar un elemento sospechoso. Al no observarlo, decidió avanzar, aunque con cierta cautela pues su instinto le indicaba que algo no estaba bien. Después de dar unos pasos, la alarma se disparó en su interior y mientras alzaba su espada, una especie de pequeño insecto que pareció emerger de la nada, avanzó hacia él a gran velocidad. Terminó impactando contra su cuello, lo cual le produjo un leve ardor. Su marcha, con la espada enarbolada, se vio interrumpida unos pasos más adelante por una fuerte sensación de vértigo y náuseas. Sus piernas fueron incapaces de sostenerlo y se desplomó.

Un par de brazos mecánicos que flotaban a escasa distancia del suelo, lo tomaron suavemente y lo depositaron en una abertura que se cerró tras su paso. Los brazos comenzaron a retraerse y finalmente desaparecieron. La paz y la quietud volvió a reinar en el claro.

 Era posible percibir una cierta vibración en la solitaria espada que permanecía clavada en la tierra.

 

 

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

El duende - X Notro es un duende gigantón y en quién la fortaleza y la amabilidad también alcanzan proporciones portentosas. Es hijo de padres de contextura promedio y sin embargo, siendo apenas un chiquillo, se empezó a notar que sus dimensiones no se correspondían con la de sus compañeros. Al alcanzar la juventud, tenía la contextura definitiva. Es un coloso en relación al resto. No obstante, la pizca de inocencia que lo acompaña, permitió que fuera aceptado por todos sin resquemores. Como es de esperar, es convocado en toda actividad que requiere de un esfuerzo superior. La contraparte a dicho esfuerzo deben ser las muy generosas porciones de alimentos a ofrecerle como devolución de la gentileza.  La parsimonia matinal fue violentamente interrumpida por el agudo chillido y momentos después, por un colorido abanico de insultos. Varios locales, entre ellos Notro, se apresuraron en llegar al origen de la extraña situación. En el lugar encontraron a un duende que seguía insultando a vi
El chatarrero - Tesoro José terminó aceptando un encargo totalmente inusual, movido por la caída de las ventas de los sourvenirs con los que cuenta y los pedidos particulares. El museo capitalino, en plena reestructuración, se encuentra organizando un ala destinada a la primera guerra, liberada en gran parte en el desierto. Los vestigios se encuentran disgregados en los límites más alejados del arenal y obviamente, presentan el mayor nivel de deterioro. Cada pieza en buen estado cuenta y cuesta.  Pepe se desempeñará básicamente como guía y consejero durante la experiencia que está financiada por una fundación bastante anónima. El objetivo es hacerse con piezas destinadas a la exposición. Nunca se ha visto embarcado en algo de tan generosas dimensiones por la cantidad de gente y equipamiento que involucra. Tendrá una duración de casi dos meses y se llevará a cabo durante el tiempo que, en promedio, se sufren menos los azotes de las tormentas características. La fecha para el inicio se
El pequeño cementerio "Dedicado a mi amada madre, que supo despertar en mí, la pasión por la lectura.” Ocupa un predio insignificante en las afueras del poblado. Está conformado por un grupo muy reducido de antiguas sepulturas y su mantenimiento es nulo. Invadido desde hace tiempo por la vegetación, ingresar y transitarlo es muy dificultoso. Se suma, además, la presencia de basura diversa, arrastrada por el viento y jamás removida. Los límites originales están desdibujados y ha quedado semioculto tras diversos árboles y arbustos silvestres. Identificar a los difuntos solo es posible en las inscripciones que han soportado con éxito el paso del tiempo. Están talladas en las cruces, presentes en los sepulcros. El desuso del camposanto no tiene una explicación definitiva. Rápidamente fue reemplazado por el actual, ubicado en el sector opuesto de la ciudad. Esto determinó sus reducidas dimensiones y la pronta caída en el olvido, Me encuentro instalado en el poblado desde hace casi u