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Li 1 - VIII


" Dedicado a mi querida hermana, lectora incondicional desde el momento uno"

Las clásicas señales propias de un conflicto que se ha prolongado demasiado en el tiempo y sin dar visos de terminación estaban haciéndose evidentes: deserciones, suicidios, soldados autoinfligiéndose heridas o agravándose las que poseían para ser retirados del frente o ser devueltos a sus casas, etc. Los suministros ya no llegaban con la calidad inicial y tampoco en la cantidad requerida. Además, se habían producido brotes de cólera, tifus y enfermedades subyacentes como la tuberculosis y otras patologías incrementaban su virulencia rápidamente. Li se encontraba recuperándose de una serie de heridas producto del último embate del enemigo, el cual sorprendió por su belicosidad y que lo mantuvo en acción durante un buen tiempo. Solo pudo ser contenido cuando intervino el grupo de soldados y el joven teniente que los comandaba, encargados de la seguridad del cuartel. Esta pasó temporalmente a manos de los cocineros y el personal de servicio.

 Las bajas por muertes, heridas y enfermedades se habían elevado en el último tiempo y la llegada de refuerzos comenzaba a ser reticente. Se temía dejar sin la protección suficiente zonas del imperio donde no se ignoraba la existencia subyacente de grupos belicosos.

El final de los enfrentamientos no pudo llegar de una forma más inesperada. El gobernante del reino del norte, vaya a saber porque exacta razón, decidió emprender en simultáneo a la campaña actual, ataques contra sus vecinos occidentales y esto último colmó la paciencia de los opositores de turno. Apoyados por nobles y militares, lo destituyeron y ejecutaron sin mayores rodeos. La guerra tal como estaba, había desangrado a las arcas gubernamentales y a sus habitantes. Los impuestos estaban por las nubes y esto generaba miseria y visos de rebelión y abrir un nuevo frente de combate era totalmente absurdo.

 Discutir los términos del fin del conflicto pasaba a quedar en manos del emperador, ministros, diplomáticos y militares de salón. Li solicitó permanecer en el lugar un tiempo más, organizando el retorno de las tropas a su lugar de origen y el nuevo funcionamiento de las guarniciones, tomando como experiencia todo lo vivido. Expresó además la conveniencia de que la región quedara al mando de un civil notable acompañado de un cuerpo colegiado, todos ellos con manifiesta simpatía por el imperio. Si las autoridades centrales estaban de acuerdo, él se encargaría de proponer a la persona que ocuparía el puesto de dirigente. Cada una de las cinco subregiones en las que se dividía el territorio propondrían a sus dos representantes para el citado cuerpo y se renovarían cada dos años.

Mientras esperaba las respuestas de los superiores y antes de emprender un viaje que abarcaría a todos los asentamientos militares, Li se dirigió hacia una cueva ubicada en una de las montañas cercanas. Al llegar, encontró a un viejo ermitaño meditando en la entrada. Sin hacer comentario alguno, el general se ubicó a su lado, cerró los ojos y la respiración comenzó a disminuir lentamente su cadencia. El ermitaño entreabrió apenas uno de sus párpados y observando al recién llegado, esbozó una leve sonrisa. Momentos después, se hallaba en su estado original.

 Después de un tiempo, el anciano consultó repentinamente, ¿Qué tan duro ha resultado esta vez? Li, abriendo con suavidad sus ojos respondió: Demasiado. He visto repetidas veces el mismo horror y siento estar en el límite de lo que puedo soportar. Me he encontrado en la misma situación y puedo comprenderte, comentó el anciano a la vez que manifestaba un gesto de tristeza. Alcanzar ese límite me obligó a tomar la decisión de cómo continuar mi vida y hoy, no puedo estar más feliz del camino elegido. Es muy probable que te encuentres en esa encrucijada.

 Gracias comandante, respondió Li. Acto seguido se puso de pie y realizó una profunda reverencia que fue correspondida con la inclinación de la noble cabeza del ermitaño. Mientras retornaba hacia el poblado, el general sintió que había encontrado la salida y eso lo cargó de alivio. Presentaría la renuncia definitiva apenas terminaran allí las tareas pendientes. 

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