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Li 1 - IX

Cuando llegó la respuesta de la ciudad central, la propuesta de Li había sido aceptada y solo se le indicaba que advirtiera que, al momento de comenzar a funcionar el esquema de gobierno, veedores provenientes directamente del palacio imperial “acompañarían durante un tiempo".

 Rápidamente emprendió el viaje hacia las distintas fortificaciones para notificarse de su realidad y comenzar a diseñar un plan estratégico de funcionamiento que las involucrara a todas ellas. Además, se reuniría con los personajes civiles destacados de cada población aledaña para dar a conocer la propuesta de la futura forma de gobierno y comenzar a seleccionar a quien propondría como máximo dirigente. Los habitantes del lugar tendrían la tarea de elegir a los dos representantes. El seleccionado por el general resultó ser un educador que residía junto a la tercera fortaleza. A Li le agradó su ecuanimidad, ideas progresistas, buen trato y además porque provenía de la ciudad central y estaba formado por maestros cercanos al gobierno.

Finalizada su labor organizativa en lo militar y con la nueva forma de gobierno instalada y funcionando, el general inició su descenso hacia la capital. Recorrió las dos nuevas rutas abiertas durante el traslado de tropas y equipamiento, lo cual incluía un sistema de canales provistos de esclusas que permitían sortear pronunciados desniveles y así se aprovechaba aún más la vía fluvial. Esto se traducía en menos tiempo de viaje y mayor capacidad de carga. Arribó a destino cuatro semanas después de su partida, todo un record personal.

Al día siguiente de haberse instalado en el cuartel militar central, al querer salir de su habitación hacia las oficinas de la comandancia a rendir su último informe, se encontró con dos jóvenes soldados que lo aguardaban. Pertenecían a la guardia personal del emperador y le indicaron que rendiría su informe en presencia de éste. Li inclinó la cabeza en señal de aceptación y caminó en silencio detrás de los soldados que marchaban a paso firme.

Al llegar al salón, el emperador, algunos ministros y altos mandos militares ya se encontraban instalados y aguardándolo. Li ingresó en silencio, realizó una profunda reverencia y al enderezarse, fue invitado a sentarse. Comenzó con una larga exposición de todo lo aconteciendo y cuando un ministro quiso intentar realizar una pregunta, la mano en alto del emperador lo silenció y el general continuó con su relato. Al finalizar, se le realizaron todo tipo de preguntas.  Cada una tuvo su respuesta sin titubeos. Cuando el encuentro parecía haber concluido y todas las dudas haberse aclarado, Li pidió respetuosamente la oportunidad de volver a hablar. El emperador se la concedió con un leve parpadeo y el general expresó su deseo de querer renunciar al cargo y todas las razones que motivaban el pedido.

Se produjo un largo silencio cuando concluyó y fue el soberano quien lo rompió diciendo: “General, han pasado casi dos años desde nuestro último encuentro. En otros tiempos y ahora, has demostrado una lealtad, entereza y bravura como pocos. Expreso mi total reconocimiento hacia ti, tal cual lo tenías de mi padre. Te agradezco la posibilidad que me diste de poder remediar la injusticia de tu destitución. No dudo que si te lo pidiera, seguirías sin vacilar un instante lo que se te ordene. No imagino además todo lo malo que te ha tocado presenciar. He escuchado atentamente tus razones y si el retiro es lo que quieres, te lo concedo, aunque seguirás percibiendo hasta tu muerte la remuneración que corresponde a tu cargo. Pero antes que te retires y en honor a quién eres y lo que has hecho, déjame ofrecerte la posibilidad de ser mi asesor militar personal".

 Miradas fugaces comenzaron a cruzarse entre la jerarquía militar asistente al encuentro. Un nuevo silencio se hizo presente y Li, con una leve sonrisa en su rostro y esta vez sin pedir permiso para hablar, expresó: "Majestad, no puedo expresar todas las palabras de agradecimiento que quisiera para tal ofrecimiento, pero la realidad es que los caminos, los bosques, las montañas y el mar no paran de llamarme y quiero responderles. El puesto que se me ofrece me mantendría en palacio y aunque es muy tentador, mi corazón dicta que debo seguir sus deseos por lo que debo rechazar la oferta. Mantenerme el salario aun cuando no esté en el cargo ya es una enorme recompensa.” Nuevo silencio.

 El emperador, con un dejo de tristeza en su rostro, expresó. “Que así sea entonces. Eres libre de partir cuando quieras, pero recuerda que gozas de mi reconocimiento y amistad. Puedes volver y serás siempre bienvenido”. El general se puso de pie, realizó una nueva y profunda reverencia y se retiró en silencio.

Horas después, un sonriente Li vestido de civil y con su espada y cuchillo en la cintura, atravesaba las enormes puertas de la ciudadela imperial hacia el bullicio de la gran ciudad.

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