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Li 1 -  VI


Se concentró la atención en el único paso montañoso de baja altura que podía llegar a ser atravesado, aun cuando los condiciones climáticas fueran bastante rigurosas. Esto último no se estaba dando pues las nevadas se sucedían con períodos de precipitaciones líquidas, lo cual derretía la nieve e impedía la formación de hielo persistente. Se descartaban los pasos ubicados a mayor altura pues intentar su cruce era una condena a muerte segura.

Li constituía la mayor autoridad militar presente y una vez instaladas las milicias, se dedicó a recorrer cada uno de los pabellones que los albergaba, acompañado del resto de la oficialidad. En lo reglamentario, se repasó todo lo relacionado con las faltas y sus correspondientes castigos. Uno de los oficiales, con una sólida formación en leyes, estaba autorizado por la autoridad militar central a ejercer como letrado y si las faltas eran gravísimas (violaciones y robos seguidos de muerte o espionaje, entre otros), se llevarían adelante juicios sumarísimos y si se demostraba la culpabilidad, se procedería a la ejecución sin contemplaciones. En reuniones separadas con el alto mando local, el general expresó que no toleraría el exceso de autoridad y que demostrado, el tratamiento era castigo físico y de ejecución pública.

Entre las prioridades a evitar durante los períodos de encierro figuraban el aburrimiento y las epidemias. El primero podía conllevar al juego con apuestas (Li había tenido que enfrentar las consecuencias de lo anterior durante una de sus primeras salidas; el saldo fue de un soldado muerto y otro gravemente herido), el consumo excesivo de alcohol, peleas, etc. Apenas mejoraban las condiciones climáticas, las tropas eran movilizadas para la remoción de nieve, reparación de techos y de los senderos de madera que interconectaban los distintos sectores e incluso, se realizaban marchas reducidas y rondas de caza próximas al cuartel. Para reducir el riesgo sanitario, se insistía con la higiene personal y del lugar, el manejo adecuado de todo tipo de desechos, la buena alimentación y se realizaban visitas sorpresa de los cuerpos médicos a los distintos pabellones, con los correspondientes chequeos individuales. Se vigilaba además y con especial interés, la presencia de roedores.

Los días se transformaron lentamente en semanas y de a poco, el aumento de la cantidad de luz diurna comenzó a percibirse; los primeros brotes desafiaban al todavía instalado invierno y la nieve al retirarse, daba paso a verdaderos lodazales. El ritmo de la actividad exterior al cuartel comenzó a incrementarse y los habitantes de los poblados circundantes, comenzaban a acercarse buscando comercializar parte del sobrante de sus alimentos y leña.

Un emisario procedente del sur, portaba la noticia señalando que el desplazamiento del grueso de los refuerzos se había iniciado. Grupos de ingenieros acompañados de una verdadera legión de carpinteros, herreros, picapedreros y peones encabeza la avanzada, realizando mejoras en los caminos, reforzando puentes, etc. para permitir el paso de los pesados carretones que transportaban todo tipo de pertrechos y suministros. El arribo estaba previsto a todos los destinos en unos dos meses, aproximadamente.

A medida que el tiempo mejoraba y la retirada de la nieve y el hielo se acentuaba, se comenzó a prestar más atención en los pasos montañosos de altura y se reforzó con presencia permanente y mayor cantidad de efectivos, el paso más bajo que ya era perfectamente transitable. Se decidió enviar una avanzada para obtener noticias sobre posibles movimientos de tropas pero no llegó a concretarse. Con las primeras luces del día, comenzaron a emerger soldados procedentes del norte que entraron en combate con la guardia instalada. 

La guerra había comenzado.

 

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