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Li 1 - IV


Hacia mucho tiempo que Li no frecuentaba las grandes ciudades y en especial la capital imperial. El extenso período de paz permitía aprovechar la bonanza del comercio y las actividades agrícolas y eso se vía reflejado entre otros,  en la obra pública con la mejora del estado de los caminos, la mayor construcción de puentes y canales, ampliación de edificios públicos, etc. Lo que otrora eran pequeños caseríos desperdigados por la pradera y ubicados sobre los caminos que conducían a la ciudad central, actualmente eran poblaciones crecientes que llegarían a ser un todo con la capital a medida que la expansión continuara.

Hacia el mediodía arribaron a la ciudadela fortificada dentro de la gran ciudad formada por el palacio imperial y un grupo de construcciones aledañas, entre ellas las relacionadas al área militar. Hacia allí se dirigieron. Antes de comenzar con las presentaciones y una serie prolongada de reuniones y trámites destinados a formalizar la recuperación de su rango militar y lo relacionado con pagos, vestimenta y demás, Li y el resto de la comitiva se dirigieron hacia el comedor para culminar con el prolongado ayuno, destinado a reducir la duración del viaje.

Saciado el hambre, cubierta la higiene personal y habiendo recuperado su condición militar, Li se instaló en un cuarto del sector de la oficialidad y al acostarse, rápidamente quedó sumido en un profundo sueño reparador. Con las primeras luces del día, se dirigió hacia uno de los patios interiores donde silenciosos jardineros recortaban y reemplazaban arbustos y retiraban malezas, respectivamente. El riego se administraba a través de un ingenioso sistema de microcanales provistos de compuertas.

Li se ubicó en uno de sus bancos preferidos donde no pudo evitar ser asaltado por el recuerdo de ese primer y único amor. En ese banco un día, decidieron por mutuo acuerdo la separación debido a que se encontraba pronto a iniciar la primera de sus tantas y prolongadas marchas;  cada una con un futuro totalmente incierto. Lamentablemente los hechos posteriores confirmaron lo peor; durante las primeras excursiones el número de bajas o el regreso en condiciones penosas  de muchos camaradas fue elevado. Ser impulsado por un arrojo desmedido producto de la juventud y/o arengas sobre el patriotismo demasiado exacerbadas, colaboraban sin dudas con lo anterior.

Veo que ese recuerdo aun te acompaña, exclamó un sonriente general Hao. Li, con su rostro iluminado por la presencia de su amigo, se levantó y girando hacia el recién llegado, intercambió con éste una profunda reverencia. Momentos después y mientras se desplazaban por los senderos del colorido jardín, Li no pudo evitar preguntar acerca de Mei, su ex prometida. Hao le comentó que seguía viviendo en la capital, que se había casado,  estaba separada y era madre de dos hijos varones y una mujer. Los primeros estaban relacionados con la actividad militar, uno de ellos integraba un cuerpo de caballería y el restante formaba parte del grupo de ingenieros. La hija, en tanto, acompañaba a su madre en la actividad comercial.  Al parecer, la joven Mei de entonces dio paso a una mujer con fuertes convicciones y un carácter acorde para sostenerlas. Heredó de su muy anciano padre las habilidades necesarias para ver una oportunidad comercial  y actualmente era la dueña de dos de las más encumbradas tiendas de la ciudad, una relacionada con las telas y la restante con el mundo de las especias.

Cuando el imperio expandió sus fronteras hacia el sur y los territorios anexados finalmente se tranquilizaron, la mujer se dirigió hacia allí en busca de productos novedosos y descubrió además de nuevos, variantes de los ya conocidos. A partir de éstos, inició emprendimientos que resultaron un verdadero éxito.

Un agudo sonido irrumpió en la mañana indicando que le desayuno estaba disponible. Se dirigieron hacia el comedor donde un grupo de oficiales ya disfrutaban de lo ofrecido.  

 


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