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El duende - I

El duende Tomillo sentía que no las tenía a todas consigo ese día. Cuando abrió sus ojos con las primeras luces del amanecer y se dirigió a higienizarse con el agua que se acumula en los cuencos naturales de los troncos, por la condensación de la humedad nocturna, notó que la temperatura no era lo suficientemente fría y eso sin duda, afectaría a la calidad de su barba. Aun sonaban en su cabeza los lamentos de la zorra testaruda que había perdido media cola con la trampa del granjero. Le había advertido que se mantuviera alejada del gallinero pero no pudo con la tentación y pagó el precio. Cuando quiso preparar su bebida favorita para el desayuno a base de raíz tostada de diente de león, comprobó que la lata se encontraba vacía por lo que se tuvo que contentar con un desabrido té de caléndula. 

 A los duendes se les atribuye un montón de cualidades que van desde el ser fanfarrones, desconfiados y huidizos, enojones, pendencieros e incluso vengativos si se sienten provocados. Este personaje un tanto regordete, algo muy poco común en estos seres, es particularmente protestón. Le cuesta ver el lado positivo de las cosas aunque éstas le golpearan las narices. A pesar del eterno mal humor y la aparente búsqueda de la soledad, es visitado bastante seguido por los pequeños de la familia Salvia, vecinos que viven a tres árboles de distancia. Unos verdaderos salvajes, los diminutos vástagos.

 La temporada de lluvias ha sido bastante escueta y la producción de bayas y hongos se encuentra reducida. Los primeros son esenciales para el diario vivir y su escasez genera verdaderas trifulcas durante la recolección. Los segundos en general, son empleados para la producción de ciertos medicamentos e incluso de una pócima que les permite volverse casi transparentes, cuando no tienen la posibilidad de ocultarse. El problema son los tremendos dolores que padecen cuando pasa su corto efecto. Tomillo, en una ocasión, debió consumirla dos veces consecutivas debido a una desagradable pareja de turistas que fascinados con el entorno, no paraban de sacar y sacarse fotos. Se encontraba al lado de los pies de ella, conteniendo como podía las náuseas mientras que en su cabeza sonaban una docena de redoblantes. 

 La dieta es esencialmente a base productos vegetales y cuando la necesidad de carne se torna aguda, se consumen peces, aves y/o cualquier pequeño mamífero que caiga en una de sus trampas. Las enfermedades en general no son un problema y la gran longevidad es una constante en el grupo. Se desconoce que ocurre con el cuerpo de un duende fallecido.

 El destilador de la bebida tradicional, a base de raíces previamente maceradas y fermentadas, había recibido una buena dosis de patadas de una pareja de duendes ofuscados que no lograban ponerlo en marcha. Tomillo intentó hacer su aporte de conocimientos sobre el funcionamiento del alambique aunque al final, también empezó a patearlo. Cuando el trasto parecía estar al límite de su resistencia, un último interviniente logró el cometido de ponerlo en funcionamiento y así prolongó su magullada existencia. Este último incidente no desmerece las habilidades artesanales de Tomillo. La manipulación de la madera y de los barros para hacer cerámica carecen de secretos para él. 

 Con las últimas luces atravesando la fronda del bosque, las actividades exteriores van llegando a su fin. Cada individuo o familia se retira a su hogar y gradualmente cesan todos los movimientos. Tomillo prefiere cenas frugales e invertir los últimos momentos, previos a un sueño reparador, a la lectura mientras se acompaña con un jarro de su bebida favorita, de cuerpo robusto, especiada y altamente fragante. Sus gustos literarios van desde tratados de botánica a astronomía y últimamente, sumó aventuras. Una reciente inquietud lo ha llevado a alternar la lectura con momentos de escritura. Ya han salido de sus manos, los primeros relatos de corta extensión. 


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